miércoles, 9 de marzo de 2011

Para empezar algo del compañero Aitor Cuervo

No sé aún bien cómo enfocar este texto, lo que tengo claro que esto más que un artículo en protesta por la ley antitabaco, es un lamento y a su vez un alegato a favor del humo.
Para empezar quiero formular algunas reflexiones acerca de mis queridos bares:
¿Qué es un bar sin humo?, ¿Qué es un bar sin tabaco? ¿Qué es un bar sin una atractiva rubia o morena que al otro lado de la barra juega con un cigarro en la boca y te mira, te ve fumando, y se acerca entre una niebla de delicioso humo a decirte “me das fuego chaval? ¿Qué es un bar sin esa niebla de delicioso humo?
Será lo que sea, pero para mi ya no es un bar, es otra cosa, un bar sin humo no es un bar. Los bares han muerto.
Los bares, esos magníficos lugares donde he pasado gran parte de mi corta aunque dilatada existencia. Los bares, esos maravillosos garitos donde me licencié en academias nocturnas de golfos y canallas. Los bares, esos templos de lo prohibido donde tantos besos robé, besos que sabían a whisky y a humo. Los bares, esos bares, mis bares, han muerto, ya no son bares por definición, son otra cosa, en breve y muy a mi pesar se convertirán en la morada de gente abstemia, aburrida y moralista. Bares, ya os echo de menos.
Desde mi posición de fumador, de fumador compulsivo y orgulloso no concibo una caña sin un piti ni un café ni un pacharán ni un ron ni nada de nada, no concibo la estancia en un bar sin acompañar la bebida (alcohólica en su mayoría) que ingiero de un cigarro, de hecho es inconcebible. Como tampoco concibo salir de noche y no poder fumarme una cajetilla o dos de Winston en pocas horas, un cigarro tras otro, hasta dejar a mi garganta convaleciente y quebrada con una desgarrada voz al más puro estilo Sabina. Los bares han muerto, aún así seguirán existiendo formidables fumaderos de opio, como mi casa, donde siempre reinará la ley de lo prohibido.
Ahora que nos comienza el año y nos viene con estúpidas y prohibicionistas leyes estoy oyendo decir a algunos miembros del gremio de fumadores que estas leyes que prohíben a pesar de ser una gran putada nos pueden favorecer, en el sentido que igual así conseguimos dejar de fumar y nos meten a todos en el mismo saco. Un poquito de rigor y de criterio, yo no quiero dejar de fumar y no lo haré y mientras ustedes se juran absurdas y falsas promesas yo me digo que este dos mil once fumaré más, mucho más, también beberé más y saldré más a doctorarme en vicios, y aunque aquellos bares que tanto amo murieran, hecha la ley hecho el truco, seguirán existiendo trastiendas, cuartos cerrados y antros que ignoren la abolición impuesta por leyes secas contra el humo.
Podría extenderme más, pero creo que mi postura ha quedado clara, lo único que me queda decir es; gracias tabaco, nuestra relación ya va a cumplir su primera década.
Aitor Cuervo Taboada, apestado y maldito, excelente fumador


No hay comentarios:

Publicar un comentario